“La causa última de los incendios forestales es la despoblación”
infoJUCAR | Entrevista con José María Martínez
Navarro, Profesor de Geografía Rural de la Universidad Autónoma de Madrid y
autor del libro ‘Gestión territorial del riesgo de ignición forestal antrópica
en CLM’
Texto : José
An.Montero | Fotografía : Alex Basha
|
Hablamos con José María
Martínez Navarro, experto en gestión del riesgo de incendio forestal, sobre el
origen y las causas que hacen que cada vez sea más habitual enfrentarse a
incendios incontrolables. Estos incendios se extienden con tal velocidad que ponen
en riesgo no sólo las vidas de los servicios de extinción, sino de la
población.
Profesor de Geografía
Rural de la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro ‘Gestión
territorial del riesgo de ignición forestal antrópica en CLM’ (Ministerio de Agricultura,
Pesca y Alimentación, 2019), Martínez Navarro hace un llamamiento a la
sostenibilidad ambiental.
¿Cuáles son las causas últimas de un incendio?
Una cosa es el riesgo de
incendio, el estado de la naturaleza, y otra es el de ignición, la causa
concreta que da origen a ese incendio forestal que no puede ser controlado. En
el de Tarragona, el más grande de estos días, la causa ha sido la fermentación
de excrementos de gallina, eso es incontrolable, siempre habrá igniciones. La
forma de prevenir no es prohibir esas causas, sino tratar de evitar que, una
vez producido, se extienda de forma salvaje, y hay que hacerlo de una forma
distinta a la que estamos utilizando ahora, que es prohibir cosas y gastar en
hidroaviones, porque es evidente que no funciona.
¿En qué consiste la gestión del riesgo de ignición?
Se centra en conocer
cómo las igniciones que dan origen a los incendios forestales están siendo
gestionadas y cómo podrían gestionarse de una forma más eficiente, más
democrática. Las políticas de gestión de incendios forestales en España han
variado muy poco en los últimos 50 años. Desde la Ley de Incendios Forestales
de 1968 seguimos haciendo más o menos las mismas políticas, y 50 años parece un
plazo razonable para entender que no funcionan porque el riesgo es hoy mucho
mayor.
¿Por qué es mayor hoy el riesgo de incendios?
Debido a la despoblación
y al abandono del campo. Esos ecosistemas forestales siempre han sido
ecosistemas antrópicos, es decir, los humanos los han moldeado según sus
necesidades y por eso los han cuidado. En la actualidad hemos dejado de
sacarles provecho y de cuidarlos. No han vuelto a la naturaleza, sino que estos
ecosistemas se han degradado y están en un momento de máximo riesgo.
Los ecosistemas generan
biomasa y la biomasa es una forma de almacenar energía. Esa energía no está en
equilibrio y tiene que ser liberada, eso es el incendio. En la economía
tradicional la energía se extraía y usaba, y la residual se limpiaba con fuego,
nunca dejaban que la biomasa se acumulara, pero las políticas de exclusión han
hecho que saquemos al fuego de esa ecuación, y hoy la acumulación de biomasa es
inmensa y el sistema ya no está en equilibrio. El problema no es sólo
estructural, sino acumulativo: cuanto más tiempo pase, peor estarán. Las causas
últimas de los incendios forestales son el despoblamiento y el abandono del
paisaje tradicional.
¿Cómo influyen el cambio climático y la subida de las
temperaturas?
Son factores añadidos.
Obviamente si las condiciones climáticas fueran distintas el riesgo sería
menor. Estos episodios de ola de calor se vienen produciendo cíclicamente, se
ve en los años en los que se queman grandes superficies, la diferencia es que
cada vez son más intensos. Esto aumenta el riesgo al secarse más rápidamente la
acumulación de biomasa. Pero el principal factor de riesgo es el estructural.
¿Qué debería cambiar?
Deberíamos tratar de
mantener los usos tradicionales del monte en la medida de lo posible,
haciéndolos rentables, y a la vez
fomentar la cultura del uso del fuego como herramienta de conservación. Lo que
un ganadero quema en invierno no arde en verano, no es un crimen, es sentido
común. Se tiene que volver a los usos tradicionales, al paisaje tradicional, en
el que los pastos se alternaban con el monte, con los cultivos, un paisaje
vivo, en mosaico, porque ese es el paisaje que es resiliente a los incendios.
Pero para eso necesitamos un medio rural vivo.
¿Tiene esperanza el medio rural?
El medio rural no tiene
alternativa mientras no haya un cambio sustancial en el modelo económico. Ese
cambio está siendo impulsado desde la Unión Europea, en una serie de políticas
que son muy incipientes, como la bioeconomía o la economía circular, pero que
permiten tener un poco de esperanza. El despoblamiento es fundamentalmente un
problema ecológico, pero no podemos arreglarlo sólo con dinero público porque
hay otras urgencias, es necesario aplicar lógicas económicas alternativas.
¿La bioeconomía es una alternativa?
Si somos capaces de
sustituir a medio plazo el plástico por la celulosa hay una esperanza, porque
esa biomasa que produce el monte volvería a ser útil en la industria y en el
consumo, se extraería en lugar de quemarse, y estos espacios podrán volver a
integrarse en la realidad económica. La necesidad a largo plazo es volver a
introducir el espacio rural en la lógica económica, porque la globalización los
ha convertido en espacios residuales.
¿Y esto sería compatible con la protección de la
Naturaleza?
La utopía ecológica de
los años sesenta y setenta del siglo pasado nos llevó a creer que cuando sacas
al hombre del ecosistema, éste va evolucionar de forma natural, por entropía,
al bosque primigenio. Es una idea absurda porque nuestros bosques son un
producto climático de los últimos diez mil años, hace quince mil años no
existían, los bosques europeos nacieron con el homo sapiens dentro. El ser
humano maneja el bosque desde que éste aparece. Muchas de las políticas de
conservación o de creación de espacios naturales protegidos como islas
liberadas del hombre se basaban en esa utopía que sabemos que no es cierta. Lo
importante es hacer políticas ambientales desde el conocimiento científico que
tenemos hoy y hacerlas para todo el territorio, no para pequeñas zonas
protegidas que sacralizamos, y que en realidad son más un producto de consumo
para la sociedad urbana.
¿Cómo cambiar las políticas contra incendios?
Recuerdo a Pepe Mujica
contándole a Évole que llamamos innovación a crear maquinitas de afeitar que
apenas nos duran unos días y tenemos que tirarlas, mientras que nuestros
abuelos nos enseñaron que con una buena navaja se afeitan tres generaciones. Si
nuestros abuelos sabían cuidar el monte y no se les quemaba, sin hidroaviones
ni grandes medios en extinción, tendremos que ir a preguntarles cómo se hace,
ejerciendo la famosa humildad científica. Tenemos que escuchar a los que han
cuidado siempre el monte porque lo cuidaban bien, y esa es la clave: cuidar,
que es un concepto feminista y democrático. Lo prioritario es ver cómo podemos
volver a esas prácticas de conservación, incluyendo el uso cultural del
fuego, y hacer una política de sujetar
los muebles, mientras esperamos que otras políticas, como la bioeconomía
circular, empiecen a funcionar y nos permitan volver a un mundo rural vivo, y a
un paisaje que sea resiliente a los incendios.
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