Casi la mitad de los acuíferos españoles están en mal estado

 

Los acuíferos españoles agonizan: el 44% de las masas de agua subterránea se encuentra en mal estado, según revelan los documentos elaborados para diseñar los futuros planes hidrológicos. Esto significa que España ha incumplido ya el plazo acordado en 2015 para sanearlos, 2021, y corre un alto riesgo de incumplir en 2027 los objetivos ambientales fijados en la Directiva Marco del Agua, último plazo salvo casos muy tasados en los que cabe acogerse a una prórroga o a objetivos menos rigurosos. E incumplimiento equivale a sanción económica.

La situación es crítica en algunos casos. Ya se da por hecho que en el 19% de las masas de agua subterránea no se cumplirá el plazo final (todas deben estar en buen estado global antes de final de 2027). Es más, no se espera que se pueda alcanzar ese buen estado hasta dentro de una década o más. Y para el 8% de las masas se da como plazo 2039 o más allá, denuncia Greenpeace.

La extensión de las 353 masas en mal estado (de un total de 804) supera los 140.000 kilómetros cuadrados, lo que supone un impacto que abarca más del 40% de la superficie total que ocupan en España las aguas subterráneas.

El informe de Greenpeace resalta que España cuenta con un recurso anual disponible en sus acuíferos de 29.400 hectómetros cúbicos de agua. Esa es la cantidad de agua total de la que podría disponer al año si se respetase la capacidad de regeneración de todas las masas de agua subterránea.

Las confederaciones pretenden que 152 masas subterráneas, que suman más de 75.000 kilómetros cuadrados, se acojan a prórroga para intentar conseguir el buen estado más allá de 2027. La gran mayoría de estas masas están contaminadas por nitratos provenientes de la agricultura y ganadería industrial.

"Este país ha descuidado sus aguas subterráneas. Ha permitido la sobreexplotación por encima de la regeneración que permite el ciclo del agua y las ha contaminado pese a estar llamadas a ser una fuente de abastecimiento humano cada vez más importante conforme la emergencia climática avance y los periodos secos se prolonguen", denuncia Greenpeace.

"La atención que han recibido ha sido mínima a pesar de su íntima relación con las aguas superficiales, como muestra la reducción de cauce de los ríos, manantiales históricos que han dejado de brotar, la intrusión salina en los acuíferos costeros y, de forma mucho más evidente por su impacto en áreas teóricamente protegidas, desastres como los de las Tablas de Daimiel, Doñana o el Mar Menor", recoge el informe.

Greenpeace destaca que cuando falta la lluvia se habla de embalses, ríos y lagunas, pero se tarda en poner el foco en las aguas subterráneas, un recurso que ha resultado "vital en cada sequía ya en el pasado".

"La falta de atención ha abonado la falta de control y un abuso permitido cuando no impulsado por las administraciones, que ha sido el peor compañero de los acuíferos y de la que según la ley es su prioridad: el abastecimiento humano", añade la ONG.

De hecho, la contaminación química por nitratos, sulfatos, pesticidas o arsénico llega al agua del grifo. En España, según el Ministerio para la Transición Ecológica, el 30% de la población se abastece con aguas subterráneas.

El mapa de las masas de agua subterránea cambia si se miran de forma individual cada uno de los problemas que las han situado en mal estado. "El daño por extracciones aumenta hacia el Sur mientras que la contaminación se concentra allí donde tiene un fuerte peso la agricultura, pero también en las zonas más saturadas por la expansión de las macrogranjas", indica Greenpeace.

Estado de las aguas subterráneas

–Estado cuantitativo. El 27% de las masas está en mal estado cuantitativo debido fundamentalmente a las extracciones masivas. Afecta a más del 50% de las masas en las cuencas del Segura, Guadiana y las internas de Cataluña, así como a un tercio en cuencas del tamaño del Guadalquivir, Segura, Duero, Ebro y Júcar.

–Estado químico. El 30% de las masas presenta mal estado químico. Afecta a la mayor parte de las masas en las cuencas del Guadiana, Segura, Guadalete y Barbate, Gran Canaria, Tinto, Odiel y Piedras y a un tercio de las del Guadalquivir, Júcar, Duero y Ebro.

–Contaminación por nutrientes. El impacto por nutrientes, debido principalmente a un exceso de nitratos por fertilizantes agrícolas no orgánicos pero cada vez más a los purines de la ganadería industrial, además de otros compuestos utilizados en la agricultura, es uno de los más extendidos.

–Impacto de las macrogranjas. La ganadería industrial tiene un impacto significativo en las masas de agua subterránea, especialmente allí donde se ha impulsado sin atender a los riesgos de su concentración o al efecto de situar las explotaciones en suelos muy permeables y por tanto de mayor riesgo para los acuíferos. Esta afección destaca en cuencas como la del Ebro, amplias zonas de Cataluña y Aragón, el Segura y Murcia.

–Pesticidas y plaguicidas. El impacto por sustancias químicas diferentes a los nitratos afecta al 11% de las masas, con mayor impacto en las cuencas de Cataluña, Júcar, Segura, Guadalquivir, Ebro y Duero.

–Intrusión y contaminación salina. El 13% de las masas de agua subterránea se encuentran afectadas por estos motivos. El exceso de extracciones en los acuíferos costeros produce una intrusión de agua salada al cambiar el flujo del acuífero. En el masas continentales, una mala gestión de los pozos produce una contaminación cruzada por sales y yesos.

Estado por cuencas hidrográficas

El estado, tanto cuantitativo como químico, de las masas de agua subterránea por cuencas hidrográficas es una imagen fiel de la apuesta económica de las diferentes regiones que atraviesan, señala Greenpeace.

Así, el mal estado cuantitativo del 55% de las masas de la cuenca del Guadiana encierra "el daño de décadas de extracciones para regadío, potenciadas tras la reconversión del viñedo, en las masas del Alto Guadiana, cuya consecuencia a ras de suelo son Las Tablas de Daimiel secas, la desaparición de los Ojos del Guadiana o la afección a las Lagunas de Ruidera".

El mal estado químico del 80% muestra que no se ha priorizado el abastecimiento humano y sí "el uso de fertilizantes y la proliferación de la cabaña ganadera en zonas sobre aguas que servían en gran medida para beber y a las que hace tiempo se busca sustituto".

La apuesta por el regadío se evidencia en el estado de las masas del Segura, 'la huerta de Europa’. El olivar, antiguamente de secano y puesto masivamente en riego, está tras las cifras del Guadalquivir, con un capítulo especial para los frutos rojos junto a Doñana, según Greenpeace.

La agricultura y las macrogranjas tienen su reflejo en el estado de las aguas del Ebro. En la cuenca del Duero, la apuesta por el cereal y herbáceos como el maíz y la remolacha han provocado sobreexplotación y contaminación por nitratos, amonio y arsénico en parte de sus masas de agua subterránea, añade la ONG.

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