Los ríos siguen siendo ríos cuando se secan
En general, la imagen que nos viene a la mente
cuando hablamos de ríos es la de un curso fluvial perenne, es decir, con un
caudal constante. Sin embargo, aquellos cursos que no cuentan con un flujo
permanente prevalecen en todas las regiones climáticas. Son los ríos
temporales.
Estos ríos se caracterizan por experimentar una fase
seca recurrente –de duración y extensión variable– causada por aportaciones de
lluvia irregulares, elevadas temperaturas y, principalmente en regiones
calizas, un subsuelo que engulle casi toda el agua que fluye en superficie.
A nivel global, estos cursos de agua representan el
69 % de los pequeños cauces de cabecera, alcanzando cifras de entre el 30-40 %
de la totalidad de los ríos de mayor entidad en latitudes inferiores a los 60°.
La clave para definirlos es el régimen hidrológico.
Este, además de caracterizar el volumen de agua que fluye en un río
regularmente en el tiempo y el espacio, está muy relacionado con su calidad
ambiental. Así lo explicita la Directiva Marco del Agua, donde se identifica el
régimen hidrológico como un factor crucial en la gestión integrada de cuencas.
Los ríos temporales actúan como corredores
esenciales de materia y energía. Son claves para el correcto funcionamiento de
numerosos ecosistemas, tanto continentales como litorales. Incluso cuando el
agua no fluye en superficie, se producen flujos subsuperficiales que conectan
las partes altas de un río temporal con otras aguas abajo.
Este tipo de ríos es predominante en regiones de
clima mediterráneo. Como consecuencia, culturalmente los ríos temporales
cuentan con un notable arraigo social reflejado en su denominación popular:
arroyos, cañadas o ramblas en las regiones de habla castellana de España, y
rambles, torrents, rieres o rierols en las de habla catalana; torrente en
Portugal y Galicia; cours d'eau intermittent o ravines en Francia; torrenti,
rii o fiumare en Italia; xiropotamos, xeropotamos o xeros potamos en Grecia y
Chipre; wadis o oued en el mundo árabe.
Estos términos específicos generan, en ocasiones,
una confusión entre la población que les priva de su condición de ríos. Quedan
relegados a una unidad de menor relevancia, un espacio marginal en el
imaginario colectivo.
No obstante, este olvido es un fenómeno
relativamente reciente derivado del cambio socioeconómico ocurrido en la Europa
mediterránea, que ha provocado la progresiva pérdida de algunas referencias
geográficas atesoradas por nuestros antepasados durante generaciones.
Los ríos temporales tenían un lugar destacado entre
estas referencias. El agua suponía un bien escaso de difícil acceso y gestión
y, a la vez, un riesgo con el que convivir.
Desgraciadamente, se ha pasado del respeto al
desprecio, o peor, a la ignorancia absoluta. A obstruir su paso con
construcciones, a contaminarlos, a estrecharlos, a reducirlos a una sombra de
lo que son. Un desprecio que provoca la degradación ambiental de elementos
clave para el paisaje e incrementa nuestra vulnerabilidad frente a episodios de
inundación y otros riesgos naturales.
Vista aguas abajo del torrent de Ca n’Amer,
utilizado como aparcamiento habitualmente, a su entrada en la localidad de Sant
Llorenç des Cardassar, Mallorca, unas horas después de la avenida catastrófica
que acabó con la vida de 13 personas en octubre de 2018. Author provide
Acciones que destruyen
los ríos y el paisaje
Es importante desarrollar políticas integrales de
protección de ríos temporales y establecer soluciones científicas en la toma de
decisiones fundamentadas en la naturaleza.
Por ejemplo, la práctica habitual de desbrozo
indiscriminado de la vegetación de ribera comporta procesos irreversibles de
degradación ambiental. Además, elimina los servicios ecosistémicos que esta
vegetación proporciona, como mitigar inundaciones, actuar de reservorios de carbono
y regular el clima local.
Estos efectos se pueden observar en multitud de
paisajes rurales mediterráneos. La mal llamada limpieza de arroyos está dilapidando
un paisaje cultural en el que tradicionalmente la hidrología había sido tratada
con delicadeza extrema.
Las prácticas tradicionales de conservación del
suelo han permitido retenerlo mediante muros de piedra en seco ubicadas en los
márgenes de estos ríos, actualmente muy dañados por estas actuaciones.
En multitud de lugares, la urbanización también ha
causado una marcada alteración hidrológica de los ríos temporales, modificando
la microtopografía de las geoformas fluviales y generando impactos
irreversibles en los ecosistemas e incrementando los riesgos de inundación.
Más ríos
temporales debido al cambio climático
En el grupo MEDhyCON de la Universitat de les Illes
Balears llevamos años estudiando las dinámicas hidrológicas en cuencas mediterráneas
y los efectos que el cambio climático y de los usos del suelo provoca en ríos
temporales.
La previsión de reducción notable de precipitación a
lo largo del s. XXI –según el escenario de mayor emisión de CO₂– producirá
efectos notables en la escorrentía, ampliando la fase seca y tornando
temporales muchos ríos actualmente perennes.
Ante la emergencia climática actual y los futuros
escenarios climáticos y de modificación de uso del suelo, es fundamental
aplicar soluciones basadas en la naturaleza utilizando un enfoque combinado de
gestión del territorio, monitorización ambiental y sistemas de alerta temprana
de riesgos naturales para generar una cultura social en pro de la resiliencia y
restauración de los ríos temporales.
Con la adopción de buenas prácticas de gestión
territorial y ambiental en ríos temporales, es posible reducir sustancialmente
los efectos adversos causados por el calentamiento global y cambios en los usos
del suelo. Es urgente gestionar de manera sostenible de estos ríos, pues forman
parte intrínseca de un paisaje mediterráneo altamente sensible a los cambios de
la dinámica climática global. The Conversation
Joan Estrany; Jaume Company Ferrer; Josep Fortesa;
Julián García Comendador; Maurici Ruiz Pérez y Miguel Molina Rotger,
Universitat de les Illes Balears
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