¿Qué será del Valle de Ayora?
infoJUCAR | Una mirada al incierto futuro de la
comarca tras el cierre de la Central Nuclear de Cofrentes
MIGUEL APARICI NAVARRO - CRONISTA OFICIAL DE CORTES DE
PALLÁS (LAS PROVINCIAS) | El Valle de
Ayora-Cofrentes va camino de la desnuclearización. La decisión empresarial (y
política) está empezando a andar con paso decidido. Basta coleccionar el goteo
de noticias sobre el cambio del átomo por las renovables para verlas venir.
Aunque no se vaya a empezar por Levante (como sí se hizo cuando la expulsión de
los moriscos de España).
Pero le llegará su turno
al suroeste provincial. El momento en que menguarán las dos torres de
refrigeración de la Central Nuclear del Júcar y en que, en días claros y fríos,
ya no podremos señalar desde la capital: «¿Ves aquellas columnas blancas, tras
las montañas?, pues allí está Cofrentes...».
Quedarán labores de
desmontaje, durante tiempo, y esqueletos constructivos y fotos y recuerdos. Que
nos vendrán desde los años 70 del siglo pasado. ¡Media centuria!.
Así que tenemos que ver
qué hacemos con el valle...
Muchos terrenos que
podrían ser grandes fincas, sobre todo al sur del amplio término ayorino, han
pasado a ser grandes cotos cinegéticos particulares. Y a muchos desertores del
arado les ha venido bien la enajenación. Mientras tanto, en la parte más
septentrional del valle (en particular las partes orientales de los términos de
Jalance y Cofrentes) la proteccionista Reserva de Caza Mayor no es más que una salvaje
plaga divina sobre los campos secanos de oliveras y almendros.
Eso sí, ni el turismo
europeo invertidor (ya que no la industria zapatera) que subía por abajo, desde
la playa alicantina por el Vinalopó, ha continuado tras la crisis del ladrillo
ni la modernización vitivinícola de su norte altiplano requenense ha plantado
esquejes o abierto ramificaciones en nuestro gran fondo vallejo.
Aunque dos pequeños
pivotes parecen querer bascular, por lo menos, a ambos extremos de la comarca.
El industrial de la miel en Ayora (ANA, Asociación Nacional de Apicultores),
con su entusiasta fiesta del Corte de la Miel, y el complejo balneoterápico de
Los Hervideros de Cofrentes, salvado por los agüistas del IMSERSO y con las
emprendedoras iniciativas de la Fiesta de la Maderada sobre el afluente Cabriel
y la ruta de barco fluvial por el cañón del río Júcar.
En medio, los anodinados
pueblos de Zarra (que no alcanza a ser una Serra con sus deliciosas cerezas) y
de Teresa, que no se atreve a compararse (con su Caroche) al montañero reclamo
de Peñagolosa.
Jalance, de grandioso
hotel injustificable y Cueva de Don Juan recóndita (de por medias, los
almibarados melocotones 'La Jalancina'), y Jarafuel, con una perdida loable
artesanía del almez y un camping único de secano (de por medias, el excelente
aceite cooperativista), sólo aciertan a apuntar maneras.
Quedándonos, como
siempre, Cortes de Pallás a la traspuesta. Ejemplo de desaprovechamiento de
recursos (Muela, embalse, valle morisco...), gracias a saciarse con la ubre del
importantísimo complejo hidroeléctrico de Iberdrola. Que, por cierto, tendrá
que determinar qué será cuando desaparezca la energía nuclear nocturna sobrante
generada en el vecino término.
Y de vecindad toca
hablar. Mejor dicho, de darse las espaldas; de ignorarse.
A estas alturas (hasta
lo corrabora el departamento de Geografía de la Universidad) si no encendemos y
alimentamos la hoguera del turismo en esta comarca, como en otras varias
valencianas, se nos acaba el pan y, por ende, se nos cae el censo.
No sólo con viejos
subsistiremos y con las pensiones que recogen, no que generan.
Sin industrias
forestales (de escaso rendimiento), sin producción agraria (parcos de mentes y
manos instruidas), sin ganaderías ni pequeñas industrias con atractivo...; mal
que nos pese..., el destino es turístico. Arramblar para casa con visitantes y
sus dineros en el bolsillo. A cambio de algo, por supuesto: patrimonio
monumental, etnografía, artesanía, calidad de los productos locales,
gastronomía, eventos lúdicos y actividades de relax y de acción.
Pero para eso nos hacen
faltan dos cosas en nuestro valle: que como vecinos nos deje de molestar la
llegada de visitantes y forasteros y que los ediles sean listos y eficaces.
Mirarnos el ombligo no nos dará de comer más y mejor.
De momento, seguimos
agarrados a nuestro campanario parroquial; incapaces de poner en común a los
siete (magníficos) pueblos de la zona. De reunirse, de acordar, de compartir,
de colaborar, de participar, de ensamblar, de repartir, de coordinar, de
prorratear...
Nos faltan reuniones
periódicas fijas e itinerantes de ediles y técnicos comarcanos. Redacción y
firma política de documentos con proyectos biencomunales comprometedores.
Bolsas colectivas de recursos y ofertas locales que, cuando desborden una
esquina beneficien a la otra. Calendarios publicitados de certámenes
consecutivos. Oficina comarcal «en la calle de la Paz», a escote. Autobuses
finsemaneros, recorredores y con 'packs' arreglados. Folletos y publicaciones
colectivos. Emisora vallera o cuñas en radios capitalinas. Rutas, no
exclusivamente localistas, e itinerarios largos, adecuados, adaptadas y bien
explicados...
Y así nos va.
Y la Central Nuclear de
Cofrentes como vino se irá.
Y quizás nos quedemos
mirando al cielo.
Soñando con el
Mediterráneo, como ya auguró Joan Manuel Serrat: «...pueblo blanco... ...coge
tu mula, tu hembra y tu arreo... ...y si te toca llorar, es mejor frente al
mar...».
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